Este es uno de los trabajos realizados para el Curso sobre “Procesos de acompañamiento en duelo y muerte” de la Escuela Española de Desarrollo Transpersonal (EDT).  He desarrollado una charla sobre el tema, estructurada en 8 partes, citando las teorías y libros de autores clásicos como Elizabeth Kübler-Ross, la tradición budista, citas relevantes de los maestros de la EDT como José María Doria, Enrique Martínez Lozano y Fidel Delgado y mi propia experiencia en duelo y como voluntario en la Asociación Española contra el Cáncer en la unidad de Cuidados Paliativos del Hospital Universitario Santa Cristina en Madrid.

Esquema de la Charla: Pérdidas, Duelo y Tránsito hacia la Muerte

1. Introducción a las Pérdidas y el Duelo
1.1. Definición del Duelo
1.2. Tipos de Pérdida
1.3. Significado de la Muerte en la Vida

2. Proceso del Duelo: Etapas y Manifestaciones
2.1. Las Cinco Etapas del Duelo (Kübler-Ross)
2.2. Manifestaciones Emocionales, Físicas y Espirituales
2.3. Diferencias entre Duelo Normal y Patológico

3. Enfoque Transpersonal del Duelo
3.1. Trascendencia de la Pérdida
3.2. El Yo que se Expande a Través del Sufrimiento
3.3. Aprender a Morir: La Muerte como Maestra

4. El Duelo en la Tradición Budista
4.1. El Impermanente como Realidad Fundamental
4.2. La Práctica del Desapego y la Compasión
4.3. Meditaciones sobre la Muerte

5. Prácticas para Acompañar el Duelo
5.1. «40 Respiraciones Conscientes»
5.2. Ronda de Compartir Experiencias
5.3. Ejercicio de Visualización del Desapego

6. Herramientas para la Sanación
6.1. El Humor como Vía para Procesar la Pérdida (Cita de Fidel Delgado)
6.2. El Arte de la Rendición y la Aceptación
6.3. Recursos Terapéuticos Transpersonales

7. Acompañando a Otros en el Tránsito Hacia la Muerte
7.1. Cómo Sostener el Espacio de Partida
7.2. La Comunicación con los Moribundos
7.3. Rito de Despedida

8. Cierre: El Legado del Duelo y la Muerte como Transformación
8.1. Reflexión Final: Agradecimiento a las Pérdidas
8.2. Pregunta para los Asistentes: ¿Qué Aprendemos de la Muerte?
8.3. Meditación Final: La Luz en la Oscuridad


1. Introducción a las Pérdidas y el Duelo

Antes de empezar, vamos a silenciarnos unos minutos: sintamos nuestro cuerpo, que nos hace presentes aquí y ahora. Relajemos las tensiones, asumamos una actitud positiva diseñando una sonrisa en nuestros labios y en silencio, empecemos a respirar de forma consciente, fijando la atención en nuestro labio superior, sintiendo como el aire fresco y seco entra en nuestros pulmones y sale húmedo y caliente. Sólo pensemos en nuestra respiración estando presentes, atentos y conscientes.

GRACIAS.

Perdí a mi esposa Elena, el amor de mi vida, el 21 de enero de 2024. Entre septiembre de 2022 y agosto de 2023 perdí a mis padres y a un cuñado que era un hermano para mí. Había tenido otros duelos antes, como la pérdida de 3 abuel@s queridos, familiares, amig@s y 4 mascotas.

El duelo es el proceso natural que sigue a cualquier pérdida significativa en la vida de una persona y es imposible valorar cuales son más importantes, al ser únicas. Este proceso abarca un conjunto de reacciones emocionales, culturales, físicas y psicológicas que nos permiten adaptarnos a una nueva realidad sin aquello que hemos perdido.

Una pérdida no solo se refiere a la muerte de un ser querido; también puede tratarse de la ruptura de una relación, la pérdida de un empleo, o incluso el cambio de una etapa de vida. Como dice José María Doria, fundador de la Escuela de Desarrollo Transpersonal (EDT) y autor de libros como “Sonreír al final de la vida” o “Inteligencia transpersonal”: «la vida es una constante sucesión de pequeñas muertes que nos llevan a renacer«. “La pérdida es parte intrínseca de la vida; cada duelo nos permite morir un poco para renacer más plenos«.

Cada pérdida nos invita a un nuevo aprendizaje y a la posibilidad de reinventarnos. Enrique Martínez Lozano, autor del libro “Cuando muere la persona amada, define la pérdida como «un evento que nos obliga a revisar nuestra identidad y confrontar lo efímero de la experiencia humana«.

Las pérdidas, aunque dolorosas, son también una oportunidad para la transformación. Desde el enfoque transpersonal, la muerte se percibe como una transición y no como un final, sino como parte intrínseca de la vida, un recordatorio constante de que lo único seguro en la existencia es el cambio. «Al contemplar la muerte, aprendemos a vivir«, señala Enrique Martínez, subrayando la importancia de aceptar la im-permanencia como un medio para enriquecer nuestra experiencia de vida.

Enrique entró en mi vida al escuchar el debate de introducción del segundo Congreso de la EDT: había perdido a su esposa en un accidente el mes anterior y hablaba de este evento como de un “regalo”. Yo acababa de perder a Elena y me sentó como una blasfemia, como un golpe en la boca del estómago. ¿Cómo se puede definir “un regalo” la muerte de un ser tan querido? Le he conocido en persona este año en el Tercer Congreso y al saludarle, le dije que ahora había entendido lo que quería decir.

Hoy reflexionaremos sobre las múltiples facetas del duelo y cómo, desde una perspectiva espiritual y transpersonal, podemos transformar el sufrimiento en una oportunidad para el crecimiento. Abordaremos el duelo no solo como un proceso psicológico, sino también como un proceso espiritual en el que podemos encontrar un sentido más profundo.

Recordaremos que, aunque el dolor del duelo es inevitable (como un dolor de muelas o si nos pica una avispa), el sufrimiento innecesario puede evitarse si aprendemos a conectar con nuestro ser esencial y encontrar un propósito en medio de la adversidad, si conseguimos vivir en el rabioso presente, sin pensar en el pasado, donde ya no podemos intervenir, o en el futuro, que todavía no existe. Para esto, aprender a meditar es vital.

También exploraremos el significado de la muerte. Para muchas tradiciones espirituales, la muerte es vista como un retorno a la esencia. Es “volver a casa”. El río vuelve a ser océano. El anillo de oro, al fundirse, vuelve a ser oro. Nunca dejó de serlo. La tradición budista, por ejemplo, enfatiza la importancia de recordar la muerte, no como una obsesión mórbida, sino como una invitación a vivir cada momento plenamente, sin apegos ni temor. Esta visión nos permite transformar la muerte en una maestra que nos enseña a soltar y a reconocer lo sagrado en cada momento presente. La muerte no es solo el fin de la vida, sino un recordatorio de la preciosidad de cada momento.

Con esta introducción, nos adentraremos en los detalles del proceso de duelo y veremos cómo, a través de la aceptación y la conexión con nuestra verdadera esencia, podemos encontrar paz, incluso frente a las pérdidas más dolorosas.

2. Proceso del Duelo: Etapas y Manifestaciones

El proceso del duelo es un recorrido emocional que cada persona transita de manera única, aunque existen patrones comunes que han sido estudiados y descritos por especialistas como Elisabeth Kübler-Ross en varios de sus libros como: “La rueda de la vida”, “La muerte, un amanecer, “Sobre el duelo y el dolor” o “Vivir hasta despedirnos”.

Ella (en 1972) definió las cinco etapas del duelo: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Es importante aclarar que no todos experimentamos estas etapas en el mismo orden ni con la misma intensidad, y algunas personas pueden saltarse ciertas etapas o regresar a otras. Este proceso es fluido y complejo, y cada reacción que tenemos al enfrentarnos a una pérdida es válida.

La primera etapa, la negación, es un mecanismo de defensa que nos permite amortiguar el impacto de la pérdida. Es una forma de darle tiempo a nuestra mente para procesar una realidad dolorosa que no estamos listos para aceptar. Posteriormente, surge la ira, que puede dirigirse hacia uno mismo, hacia los demás, o incluso hacia el propio fallecido o la vida misma. Esta ira es una expresión de la impotencia y el dolor profundo que sentimos al enfrentar lo inevitable.

Luego llegamos a la negociación, una etapa en la que intentamos buscar una solución o un acuerdo interno para mitigar la pérdida, muchas veces recurriendo a pensamientos del tipo «¿y si hubiera hecho algo diferente?». Cuando nos damos cuenta de que nada puede cambiar la realidad, aparece la depresión, donde sentimos el dolor profundo y la tristeza asociada a la pérdida. Finalmente, el duelo culmina con la aceptación, una etapa en la que comenzamos a adaptarnos a la nueva realidad, aunque ello no significa que el dolor desaparezca, sino que aprendemos a vivir con él.

En cuanto a las manifestaciones del duelo, estas pueden ser emocionales, como tristeza, ansiedad, o culpa; físicas, como fatiga, insomnio, o dolores corporales; y espirituales, donde cuestionamos el propósito de la vida y nuestra conexión con lo trascendental. Como indica Fidel Delgado, autor del libro “Saber cuidarse para poder cuidar”: «el duelo tiene múltiples máscaras; unas veces se manifiesta en el cuerpo, otras en el alma, pero todas apuntan a lo mismo: enseñarnos a soltar«.

Es crucial entender la diferencia entre el duelo normal y el patológico. El duelo normal nos permite avanzar y adaptarnos, mientras que el patológico nos estanca, impidiendo el proceso de sanación. Reconocer nuestras emociones, validarlas, y buscar ayuda cuando sea necesario son pasos fundamentales para transformar el duelo en una experiencia de crecimiento.

Naturalmente, hay teorías más recientes sobre estas etapas del duelo. Por ejemplo, el psicólogo John Bowlby (1984) identificó cuatro fases en el proceso de duelo: estupor o shock, anhelo y búsqueda de la figura perdida, desorganización o desesperanza, reorganización. Al final, acepta la realidad e inevitabilidad de la muerte, sin experimentar dolor intenso por el recuerdo de la persona perdida.

En 1999 los psicólogos Margaret Stroebe y Henk Shut, igual que Corr, Doka y Kastenbaum desarrollaron otros modelos teóricos cuya descripción excede nuestra charla, mientras José María Doria citó recientemente una simplificación en 3 etapas: caos, aceptación y ampliación de la conciencia.

Al final todos coinciden en la necesidad de ACEPTAR la pérdida como medicina necesaria para transitar un duelo de forma “sana” y constructiva, para “gastar ese dolor” celebrando la vida para celebrar y honrar a la muerte.

3. Enfoque Transpersonal del Duelo

El enfoque transpersonal del duelo nos invita a mirar más allá del dolor inmediato de la pérdida y a reconocer el potencial transformador que yace en ella. «El dolor profundo es la puerta a la dimensión más grande de nuestro espíritu«.

La perspectiva transpersonal considera al duelo como un proceso que no solo afecta al ego y sus apegos, sino que también actúa como un catalizador para la evolución de nuestra conciencia. José María Doria destaca que «el sufrimiento es la puerta hacia una dimensión más amplia del ser, una oportunidad de trascender el ego y conectar con la esencia«. Desde este punto de vista, el duelo se convierte en un viaje espiritual. A través del sufrimiento, el ego comienza a disolverse, y con ello, surge una conciencia más amplia y conectada.

La trascendencia de la pérdida implica ver la experiencia de duelo como algo que puede expandir nuestra conciencia. Cuando perdemos a alguien o algo significativo, el ego se siente amenazado porque construye su identidad a partir de lo que posee o controla. Sin embargo, la muerte y la pérdida nos obligan a cuestionar quiénes somos más allá de nuestras identificaciones. Este es un proceso doloroso, pero profundamente enriquecedor, ya que nos permite descubrir que somos más que nuestras circunstancias o relaciones.

En el tercer Congreso de la EDT debatimos durante un fin de semana sobre ¿” Quién soy yo”? ¿” Qué soy”? Tengo claras las respuestas: ¿Quién soy? Soy el personaje que me he creado desde que nací, definido por mi CV, mi perfil en Linkedin, … ¿Qué soy? Soy amor, vida, océano de conciencia universal. Siempre lo he sido. Todos lo somos.

El enfoque transpersonal también nos enseña a aprender a morir antes de morir. Esta frase, que tiene resonancia en muchas tradiciones espirituales, implica que, al aceptar la impermanencia de la vida y al enfrentarnos conscientemente a la posibilidad de la muerte, podemos vivir más plenamente.

«La muerte es la gran maestra que nos invita a soltar el apego y a abrazar la vida tal como es«, comenta Enrique Martínez. Cada día la tradición budista nos enseña a “limpiar” los 3 canales básicos de nuestro ser que corresponden a las 3 barreras básicas hacía la “iluminación” o plena conciencia. El “apego” (deseo y pasión) representan el canal izquierdo (rojo) y hay que “soltarlo” de forma decidida igual que hay que limpiar la ira y la ignorancia.

Al aceptar la muerte como parte de nuestra existencia, comenzamos a liberarnos del miedo y a vivir con más autenticidad. Fidel Delgado en su intervención del citado congreso decía: “Nazco cada día y muero cada día”.

Asimismo, el sufrimiento asociado con el duelo puede ser una vía hacia la expansión del ser. A medida que aprendemos a vivir sin aquello que hemos perdido, comenzamos a descubrir nuevas dimensiones en nosotros mismos. La visión transpersonal nos recuerda que la pérdida no es el final, sino una transición hacia algo nuevo, un proceso que nos invita a descubrir aspectos desconocidos de nuestra propia esencia.

Esto no significa que debamos negar o minimizar el dolor; al contrario, debemos abrazarlo y atravesarlo, “gastarlo”, ya que es a través del dolor donde encontramos la posibilidad de despertar a una realidad más profunda.

Finalmente, el enfoque transpersonal del duelo nos invita a acompañar el sufrimiento con compasión hacia nosotros mismos y hacia los demás, entendiendo que cada experiencia de pérdida, aunque dolorosa, nos acerca más al verdadero sentido de la vida, que va más allá de las formas temporales y conecta con lo eterno.

4. El Duelo en la Tradición Budista

La tradición budista ofrece una perspectiva única y profunda sobre el duelo y la muerte, basada en el concepto fundamental de la impermanencia. Para el budismo, todo lo que nace debe morir, y en este reconocimiento radica una de las enseñanzas más valiosas para quienes sufren una pérdida.

La impermanencia nos recuerda que todas las cosas, personas y circunstancias en la vida son transitorias, y que nuestra capacidad de aceptar este hecho puede liberarnos del sufrimiento innecesario: cuanto más resistimos el cambio, más sufrimos; cuanto más lo aceptamos, más paz encontramos.

En el contexto del duelo, esta enseñanza nos anima a aceptar que la pérdida es una parte inevitable de la existencia. Cuando comprendemos que todo está en constante cambio, comenzamos a entender que aferrarnos a lo que ya no está, nos causa sufrimiento. Desapego, sin embargo, no significa indiferencia o falta de amor, sino la capacidad de amar sin poseer, de dejar ir sin amargura. La práctica del desapego es, por tanto, un medio para enfrentar el duelo con serenidad, entendiendo que el amor genuino no se extingue con la muerte física.

La compasión es otro pilar fundamental en la visión budista del duelo. La compasión hacia uno mismo y hacia los demás nos permite atravesar el proceso de duelo de una manera más consciente y menos dolorosa. En lugar de resistir o negar nuestras emociones, el budismo nos enseña a observarlas con compasión y sin juicio. Esta actitud no solo nos ayuda a procesar el dolor de la pérdida, sino que también nos permite conectar con el sufrimiento de los demás, fomentando un sentido de conexión y unidad.

«La compasión es la clave para liberarnos del dolor que nos aísla«, como afirma Fidel Delgado.

El budismo también propone meditaciones sobre la muerte, que pueden ayudarnos a aceptar lo inevitable y a vivir con más plenitud. Estas meditaciones consisten en reflexionar sobre la im-permanencia de nuestro cuerpo y de todo lo que nos rodea, con el fin de desarrollar una actitud de desapego y gratitud por el presente. Recordar la muerte no es algo mórbido, sino una forma de enriquecer nuestra vida, de valorar cada momento y de vivir con más autenticidad y menos miedo.

En conclusión, el enfoque budista del duelo nos invita a reflexionar sobre la muerte como una parte esencial de la vida. A través de estas enseñanzas, podemos encontrar un camino hacia la paz y la serenidad, incluso en medio de la pérdida y el sufrimiento.

5. Prácticas para Acompañar el Duelo

Afrontar el duelo no es un proceso pasivo, sino que requiere de una participación consciente y deliberada para poder transformar el dolor en amor, en algo que nos enriquezca y nos permita seguir adelante. Durante esta charla, exploraremos algunas prácticas que pueden acompañar y facilitar el proceso de duelo, ayudando a los asistentes a conectar con sus emociones, liberar tensiones y encontrar consuelo en la experiencia compartida.

La primera práctica que introduciremos es la de las «40 Respiraciones Conscientes«. Esta técnica es una herramienta poderosa para traer nuestra mente al presente y permitirnos conectar con nuestras sensaciones internas. A menudo, cuando estamos atravesando un duelo, nuestra mente se ve atrapada entre los recuerdos del pasado y el temor al futuro, lo cual incrementa nuestra angustia.

Al enfocar nuestra atención en la respiración, podemos traer nuestra conciencia al momento presente y permitirnos simplemente sentir lo que está ocurriendo sin resistencias. En la práctica de las 40 respiraciones conscientes, os pediré que toméis 40 respiraciones profundas y lentas, enfocándose en la inhalación y la exhalación, dejando ir cualquier pensamiento que se cruce en la mente.

La segunda práctica de hoy será una «Ronda de Compartir Experiencias«. En esta dinámica, os invitaré a compartir una experiencia personal de pérdida en un entorno seguro y sin juicios. El propósito de esta actividad es proporcionar un espacio de escucha compasiva donde cada persona pueda expresarse libremente y ser validada por el grupo. Como apunta José María Doria, «la palabra compartida tiene el poder de liberar el alma«. Cuando nos sentimos comprendidos por los demás y escuchamos sus propias vivencias, se genera una conexión profunda que nos ayuda a aliviar el dolor y a no sentirnos solos en nuestro sufrimiento.

También practicaremos un ejercicio de visualización del desapego, basado en la tradición budista y el enfoque transpersonal. Durante esta visualización, os guiaré para imaginar un objeto o símbolo que represente vuestra pérdida, y luego visualizar cómo lo colocáis en un río que fluye, observando cómo se aleja lentamente. Este ejercicio no pretende minimizar el amor o la importancia de aquello que se ha perdido, sino ayudarnos a soltar el apego que nos mantiene atrapados en el sufrimiento. La metáfora del río nos recuerda que todo está en constante movimiento, y que nuestro dolor también forma parte de ese flujo natural.

Con estas prácticas, pretendemos ofrecer herramientas que cada persona pueda aplicar en su proceso de duelo, ya sea en solitario o en comunidad, y encontrar así una forma de liberar, poco a poco, el peso de la pérdida.

6. Herramientas para la Sanación

El proceso de duelo no es algo que deba vivirse de manera aislada o sin apoyo. Existen múltiples herramientas que pueden ayudarnos a sanar, y en este apartado exploraremos algunas de ellas, enfocándonos en recursos que promueven una visión transpersonal y que incluyen tanto el humor como la rendición y la aceptación. Estas herramientas buscan no solo aliviar el dolor, sino también transformarlo en un elemento de crecimiento y evolución personal.

Una de las herramientas más inusuales, pero profundamente efectivas, es el humor como vía para procesar la pérdida. Fidel Delgado, conocido por su enfoque humorístico de la espiritualidad, nos enseña que el humor puede ser un poderoso aliado en el duelo.

«El humor no minimiza el dolor, sino que nos permite mirarlo con una nueva perspectiva, más ligera y accesible«, comenta Delgado. Reírnos de nuestra propia vulnerabilidad nos ayuda a ver la vida y la muerte como parte de un ciclo natural, liberándonos de la excesiva carga dramática que a menudo ponemos sobre nuestras pérdidas. A través de la risa, podemos reconectar con la alegría de vivir, incluso en momentos de tristeza.

Otra herramienta esencial en el proceso de duelo es el arte de la rendición y la aceptación. Enrique Martínez enfatiza que «la verdadera rendición no es una forma de resignación, sino una aceptación profunda de lo que es«. Cuando perdemos algo o alguien, nuestro impulso natural es resistirnos y luchar contra la realidad.

Sin embargo, esta resistencia solo aumenta nuestro sufrimiento. Practicar la rendición implica soltar la necesidad de controlar y aceptar la realidad tal como es, con todos sus matices de dolor y belleza. A través de esta aceptación, no solo encontramos paz, sino que también abrimos la puerta a nuevas posibilidades y formas de entender nuestra vida.

Los recursos terapéuticos transpersonales también juegan un papel importante en la sanación del duelo. Técnicas como la meditación guiada, la visualización y el trabajo con los sueños pueden ayudarnos a conectar con nuestro ser más profundo y a trascender el sufrimiento del ego.

Estas prácticas nos permiten ver el duelo desde una perspectiva más amplia, donde la pérdida se convierte en una oportunidad para descubrir quiénes somos más allá de nuestras identificaciones y apegos. La meditación en el amor compasivo, por ejemplo, nos invita a extender nuestra compasión hacia nosotros mismos y hacia los demás, cultivando una actitud de cuidado y comprensión que facilita el proceso de sanación.

En resumen, las herramientas para la sanación del duelo no se limitan a aliviar el dolor inmediato, sino que nos permiten transformar ese dolor en una fuerza de crecimiento personal. Ya sea a través del humor, la aceptación o las prácticas transpersonales, cada una de estas herramientas nos acerca más a la esencia de quienes somos y a la paz que reside más allá del sufrimiento.

7. Acompañando a Otros en el Tránsito Hacia la Muerte

Acompañar a alguien en el tránsito hacia la muerte es una de las experiencias más significativas y desafiantes que podemos tener como seres humanos. Se trata de estar presente para otro ser en el momento más vulnerable de su vida, proporcionando apoyo emocional y espiritual mientras se prepara para dejar este mundo. Este acompañamiento no es solo para el moribundo, sino también para sus seres queridos, quienes enfrentan la pérdida inminente. Como señala José María Doria, «acompañar en el tránsito hacia la muerte es un acto de profundo amor y presencia«.

Pedí ser voluntario de la “Asociación Española Contra el Cáncer” (AECC) en abril de este año para acompañar a los pacientes en “cuidados paliativos” y a sus familiares. Naturalmente se resistieron para mi bien: en la práctica no aceptan voluntarios que no hayan pasado al menos 6 meses de duelo y yo llevaba apenas 3. Mi insistencia y súplicas, unas cuantas entrevistas y una formación que superé ayudaron a mi ingreso en el servicio que la AECC ofrece al Hospital Santa Cristina de Madrid, donde hay 32 habitaciones dedicadas a cuidados paliativos.

Desde junio he calculado unos 300 casos en los que he sostenido un tránsito o el comienzo de un duelo y he aprendido que la mejor manera de sanarse es sanando.

Los budistas lo llamarían “generación de karma positivo”. Para mí es poner en práctica lo que he aprendido en el viaje espiritual que acompañó el tránsito de mi hada y en los 4 meses del curso con la EDT sobre “Acompañamiento en procesos de Duelo y Muerte”.

Sostener el espacio de partida es fundamental en este proceso. Sostener el espacio significa estar presente sin juicios, sin prisa y sin intentar cambiar lo que está ocurriendo. Nuestra presencia amorosa puede ser un bálsamo para quienes están enfrentando la muerte, permitiéndoles expresar sus miedos, sus recuerdos y sus deseos sin temor a ser juzgados. A menudo, no se requieren palabras, solo la disposición a estar ahí, compartiendo ese momento sagrado. Esta actitud de presencia consciente también nos permite enfrentar nuestros propios temores acerca de la muerte, transformándolos en una oportunidad para aprender y crecer.

He aprendido el significado de “estar presente” o de “escucha cardiaca”. La última semana estuve una tarde con un señor muy mayor, ciego y sordo, que se está muriendo solo. Cogí su mano y empezó a canturrear como un niño. Cada vez que volvía empezaba a cantar su “ninna nanna”.

Pasé una de las últimas tardes de Carmen cantando con ella canciones de Aznavour, escuchando como había aceptado su muerte inminente intentando disfrutar de cada momento. “Hoy me han servido lubina: nunca había podido permitírmela” se reía. “Esta noche confío haya de postre biscocho de manzana, que me encanta”.

La comunicación con los moribundos es otro aspecto clave del acompañamiento. Es importante permitir que la persona hable sobre lo que siente y sobre la muerte si así lo desea. Muchas veces, las personas evitan estos temas porque les resultan incómodos, pero escuchar sin interrupciones ni prejuicios puede ser profundamente liberador para alguien que se encuentra en el umbral de la muerte.

Conseguí comunicar con Nikolai, paciente rumano con tumor cerebral incurable que pensaban no hablase español. No había hablado en días desde que lo trajeron. Le hablé desde mi corazón a su corazón y surgió la magia del amor.

Empezó a contarme su vida, su tristeza por morirse fuera de su tierra, con su hija y su familia en estado económico muy precario, … Le puse música rumana, le enseñé los platos que mi hija (vegana) cocina inspirándose en su cocina, al tener un amigo de la universidad allí y al haber visitado muchas veces su país. Su enfermedad se estabilizó y le ayudamos a encontrar sitio en una residencia y confío verle pronto.

Muchos familiares prefieren “no decirle nada” al paciente querido, para evitarle el dolor de saber que se muere, sin considerar que le están quitando una de las experiencias más importantes de su vida: despedirse, perdonar y ser perdonado, atar los hilos de todas sus cometas. Otra cosa es que él/ella no quiera saberlo y hat que respetarlo.

Enrique Martínez sugiere que «la capacidad de escuchar sin miedo a lo que el otro necesita expresar es el mayor regalo que podemos ofrecer en esos momentos«. Preguntar si hay algo que quieren decir, algún pendiente que desean resolver o algún mensaje para los seres queridos, puede traer una gran paz tanto a la persona que parte como a quienes quedan.

También es importante considerar la creación de un rito de despedida. Los ritos tienen un poder simbólico que trasciende las palabras y permiten expresar lo inefable. Crear un pequeño rito de despedida, ya sea encendiendo una vela, diciendo unas palabras, o simplemente estando en silencio alrededor del ser querido, ayuda a los presentes a conectar con la trascendencia de ese momento y a expresar su amor de una manera tangible. Los ritos de despedida también facilitan el proceso de duelo posterior, ya que nos proporcionan un sentido de cierre y de conexión con lo sagrado.

He despedido a Elena esparciendo sus cenizas en ceremonias preciosas en todos los sitios que amaba: nuestra casa en Madrid y sus árboles maestros, las playas de Torremolinos donde nos reuníamos con su comunidad de sanación en Málaga, la Playa de Pals en Girona donde todos los días en verano asistíamos al nacer del sol y meditábamos, nuestra casa en el campo en Crüilles, las playas de Sa Tuna, el pueblo de Pals, …

Acompañar a alguien en el tránsito hacia la muerte es un acto que nos confronta con nuestra propia vulnerabilidad, pero también nos enseña sobre el verdadero significado del amor y la conexión. Nos recuerda que la muerte, lejos de ser el final, es una puerta hacia otra forma de existencia, y que el amor que compartimos trasciende la forma física y se convierte en un legado eterno.

8. Cierre: El Legado del Duelo y la Muerte como Transformación

Llegamos al final de esta charla con la certeza de que la muerte y el duelo son experiencias transformadoras que, aunque llenas de dolor, contienen en su interior un profundo potencial de evolución. La muerte, aunque inevitable, no es el final, sino un proceso de transformación, una invitación a renacer de nuevas formas. Como dice José María Doria, «el duelo es la puerta hacia una vida más plena y consciente, donde aprendemos a soltar para poder abrazar lo nuevo«.

El duelo y la muerte nos enseñan a valorar la vida desde otra perspectiva. Al confrontar la pérdida, somos empujados a reevaluar lo que es realmente importante para nosotros, a soltar lo que ya no sirve y a cultivar una conexión más auténtica con quienes nos rodean. Agradecer las pérdidas, aunque parezca paradójico, es un acto de profundo crecimiento. Cada pérdida nos deja un legado, una enseñanza que enriquece nuestra vida y que nos transforma en seres más compasivos, más conscientes de nuestra propia vulnerabilidad y de la de los demás.

Para cerrar este encuentro, me gustaría invitaros a reflexionar sobre la pregunta: ¿Qué aprendemos de nuestras pérdidas? El duelo es una experiencia individual, pero también es universal; todos, en algún momento, atravesamos el dolor de perder.

Reflexionar sobre nuestras experiencias de duelo nos ayuda a entender que no estamos solos, que el dolor compartido es menos pesado y que el amor sigue siendo el hilo que nos conecta más allá de cualquier pérdida. Me gustaría que aquellos que lo deseen, puedan compartir sus reflexiones, creando así un espacio de conexión y comprensión mutua.

Finalmente, llevaremos a cabo una meditación sobre la luz en la oscuridad, en la que nos enfocaremos en encontrar esa chispa de luz que siempre está presente, incluso en los momentos más oscuros. La muerte puede parecer una sombra impenetrable, pero en ella también reside una luz: la luz del amor, del recuerdo y de la conexión eterna. Durante esta meditación, os invitaré a visualizar esa luz en vuestro interior, recordando que el amor nunca se pierde, solo se transforma.

Con esta reflexión y meditación final, cerramos esta charla, con el deseo de que cada uno de los presentes pueda encontrar consuelo en sus propias pérdidas y ver la muerte no como el fin, sino como una parte integral y sagrada de la vida. Que el duelo sea, entonces, un puente hacia una vida más plena y consciente, donde cada momento sea valorado y cada despedida, un paso más hacia el encuentro con nuestra esencia eterna.

Conclusión

La muerte y el duelo, aunque dolorosos, son oportunidades para la transformación y el crecimiento espiritual. A través de la práctica consciente, la compasión, y el enfoque transpersonal, podemos encontrar un sentido más profundo en el dolor y una conexión con lo eterno que reside en cada uno de nosotros. Como Doria dice, «la muerte es solo el fin de un capítulo, pero el libro del alma es infinito«.