Llevaba años sin escuchar esta charla, estos 18 minutos que cambiaron el mundo para siempre.
JF Kennedy anunciando en Houston que antes del final de la decada de los 60, que EEUU enviaría una nave al espacio, a 240,000 millas de distancia, larga como un campo de fútbol, con materiales todavía por inventar, pero capaces de resistir a la presión, al calor y a niveles de stress nunca experimentados antes, ensamblados con la precisión del mejor reloj, … y capaz de devolver a la tierra a su tripulación sana y salva, a 25,000 millas por hora, resistiendo al calor de la mitad de la temperatura del sol, …
Ahora sabemos que aquel discurso fue el primer gran ejemplo de lo que hoy llamamos una visión «moonshot», dado por un estadista de una talla muy superior a los pobres hombres asustados, mesquinos e inseguros, que escuchamos hoy en las tribunas políticas de medio mundo, que sólo piensan en su sillón, en su presente, incapaces de tener la generosidad de admitir su incompetencia, su ser un fraude, su incapacidad por liderar nada.
Gracias a este sueño, America ha liderado la tecnología desde entonces. La grandeza de un pueblo, así como de una empresa, es proporcional a las promesas de sus líderes (o de su marca), a su capacidad de ver lejos y grande.
Necesitamos urgentemente a líderes, sobre todo líderes chicas, en nuestros Gobiernos y empresas que estén a la altura de lo que podemos conseguir hoy con los medios tecnológicos a nuestro alcance. Hoy, cuando un tercio del planeta tenemos en el bolsillo aparatos 1000 veces más potentes que el mejor ordenador del que disponía la Nasa en 1969 y un millón de veces más pequeño y barato.
No hay excusas posibles: sólo tenemos que soñar en grande.
Reproduzco aquí la parte del texto más importante del discurso.
… But if I were to say, my fellow citizens, that we shall send to the moon, 240,000 miles away from the control station in Houston, a giant rocket more than 300 feet tall, the length of this football field, made of new metal alloys, some of which have not yet been invented,
capable of standing heat and stresses several times more than have ever been experienced, fitted together with a precision better than the finest watch, carrying all the equipment needed for propulsion, guidance, control, communications, food and survival, on an untried mission, to an unknown celestial body, and then return it safely to earth, re-entering the atmosphere at speeds of over 25,000 miles per hour, causing heat about half that of the temperature of the sun–almost as hot as it is here today–and do all this, and do it right, and do it first before this decade is out–then we must be bold.