Se acerca fin de año, momento para reflexionar sobre lo que nos ha pasado en este 2018 que nació hace 12 meses y me parece ayer.
Ha sido un año extraordinario en lo profesional pero si tuviera que elegir lo mejor que me ha pasado, sin duda, diría formar parte de nuevas y potentes tribus, con la de Opinno por encima de todas y ya he publicado aquí el porqué.
Con mi edad y experiencia es casi imposible pensar en una idea, en un proyecto, sin asociarlo a las personas que lo ejecutarán.
Las personas lo son todo. Hacen (toda) la diferencia.
Por ello mi mejor consejo de cara a 2019 es que cuidéis de vuestras tribus, las mantengais vivas, les dediquéis tiempo y cariño y esta historia que compartió conmigo Marisol Bravo de la Fundación Fullbright de la que soy parte, me parece muy apropiada.
«Un hombre, que regularmente asistía a las reuniones con sus amigos, sin ningún aviso dejó de participar en sus actividades.
Después de algunas semanas, una noche muy fría el líder de aquel grupo decidió visitarlo.
Encontró al hombre en casa, solo, sentado frente a una chimenea donde ardía un fuego brillante y acogedor. Adivinando la razón de la visita, el hombre dio la bienvenida al líder. Se hizo un gran silencio.
Los dos hombres sólo contemplaban la danza de las llamas en torno de los troncos de leña que crepitaban en la chimenea.
Al cabo de algunos minutos el líder, sin decir palabra, examinó las brasas que se formaban y seleccionó una de ellas, la más incandescente de todas, retirándola a un lado del brasero con unas tenazas. Volvió entonces a sentarse.
El anfitrión prestaba atención a todo, fascinado pero inquieto. Al poco rato, la llama de la brasa solitaria disminuyó, hasta que sólo hubo un brillo momentáneo y el fuego se apagó repentinamente.
En poco tiempo, lo que era una muestra de luz y de calor, no era más que un negro, frío y muerto pedazo de carbón.
Muy pocas palabras habían sido dichas desde el saludo.
El líder, antes de prepararse para salir, con las tenazas regresó el carbón frío e inútil, colocándolo de nuevo en medio del fuego.
De inmediato, la brasa se volvió a encender, alimentada por la luz y el calor de los carbones ardientes en torno suyo.
Cuando el dirigente alcanzó la puerta para irse, el anfitrión le dijo: Gracias por tu visita y por tu bellísima lección. Regresaré al grupo. Buenas noches…»
¿Por qué se «extinguen» los grupos, las empresas, las tribus que formamos en las Escuelas, el deporte, el imprendimiento social?
Porqué cada miembro que se retira le quita fuego y el calor al resto. Todos ell@s forman parte de la llama.
Todos somos responsables por mantener encendida la llama de cada un@ y debemos promover la unión entre tod@s para que el fuego sea realmente fuerte, eficaz y duradero.
En las empresas, en la vida, tod@s somos la llama.